ORÍGENES
Los gatos actuales comparten un antepasado común que probablemente esté relacionado con los miacis, género pertenecientes a la familia Miacidae. Estos pequeños carnívoros de los bosques aparecieron hace alrededor de 60 millones de años y tenían la velocidad y la talla de las jinetas actuales, con un cuerpo alargado y una larga cola. Miacis significa animal madre en griego clásico.

La ciencia no ha podido desvelar con precisión los enigmas de los eslabones en la transformación evolutiva de los félidos. Los ancestros de los gatos vivían en los bosques de Oligoceno Tardío y principios del Mioceno de Eurasia. Las especies desaparecidas consideradas más cercanas al antepasado de los felinos serían el Proailurus (pequeño carnívoro europeo y arborícola aparecido hace 40 millones de años) y el Pseudaelurus que vivió hace de 8 a 20 millones de años en Europa y en Asia, y que se bifurcó en dos ramas dando origen a los Machairodontinae (los dientes de sable, ya extintos) y a los Schizailurus.
Hace unos 10,8 millones de años la familia de los félidos experimentaron una asombrosa diversificación, a partir de dos familias que nos son bien conocidas: los felinos (gatos) y los pantheridos (grandes felinos), ambas familias en el continente asiático.
En el artículo Evolution of Cats, Stephen O'Brien y Warren Jonhson describen en el presente existen 37 especies miembros de la Familia Felidae los cuales se agrupan en 8 linajes. Cada uno posee características moleculares, morfológicas, biológicas y psicológicas propias:
1) Panteras: tigre, león, leopardo, jaguar, leopardo de las nieves.
2) Gato Borneo.
3) Caracal.
4) Ocelote.
5) Linces.
6) Pumas.
7) Gato Leopardo Asiático.
8) Gatos: Silvestres y domésticos.
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En 2007 se llevó a cabo otro estudio molecular sobre 979 individuos de gato de las arenas y de gatos salvajes de diferentes subespecies en el que el gato doméstico ha permitido mostrar los vínculos entre el gato salvaje africano (Felis silvestris lybica) y el gato doméstico: estos se habrían separado hace alrededor de 130.000 años.

LOS GATOS EN EL ANTIGUO EGIPTO
Los perros se creen humanos, lo gatos se creen dioses.
A pesar de que no podemos contar con la absoluta certeza si fueron los antiguos egipcios o no los primeros en domesticar gatos, ni cómo, ni por qué, no podemos negar que fue en la tierra del Nilo donde el culto al gato se desarrolló con más esplendor.
Como parte de su vida cotidiana, los antiguos egipcios adoraban a algunos animales porque consideraban que, a diferencia de los humanos, estaban en contacto directo con los dioses, sabían lo que estos pensaban y los representaban en la Tierra. El gato era uno de estos animales sagrados, razón por la que hay imágenes y estatuillas de estos felinos por todas las esquinas de Egipto.
Se sabe que los gatos fueron domesticados e introducidos en los hogares de los egipcios hace ya más de 4000 años. Originariamente parece que los primeros gatos caseros tenían una utilidad práctica y se empleaban para alejar a las serpientes y los roedores. Sin embargo, los antiguos egipcios dejaron de considerar a los gatos como animales útiles (desde el punto de vista práctico) relativamente pronto y pasaron a atribuirles características divinas. Este cambio en la consideración de los felinos, no los alejó de los hogares egipcios; más bien fue al contrario, pues estos pequeños animales pasaron a formar parte de la vida diaria y familiar.
Los egipcios llamaban a los gatos machos meow (miu) y a las hembras las llamaban te-chau, nombre que se encuentra grabado en muchas tumbas de mujeres. De este término deriva el nombre chaus, que ahora denomina la especie de gato salvaje de la jungla, Felis silvestris chaus.
Las representaciones de gatos abundaban en templos y zonas públicas, y se colocaban estatuas de gatos junto a las casas para proteger a sus habitantes y para expulsar a los malos espíritus. Podemos encontrar representaciones pictóricas con escenas de gatos incluso en las tumbas, especialmente en las que datan de la época del Imperio Nuevo (1540-1069 a.C.): algunas de estas representaciones son imágenes en las que los felinos se encuentran debajo del trono de una mujer y otras son pinturas de caza en las que aparecen gatos en lugar de perros (las más apreciadas de estas escenas eran aquellas en las que los gatos parecían haber sido entrenados para atrapar aves y peces).
Mafdet fue la primera deidad felina de Egipto, representada habitualmente como un lince. Sin embargo, había otras diosas felinas más conocidas, como son Bastet y Sekhmet, que representaban el equilibrio de las fuerzas de la naturaleza.
La diosa-leona (y, en ocasiones, diosa-gata) Sekhmet representaba la fuerza de la catástrofe y era conocida como la diosa de la guerra y la destrucción. Su contrapeso era la diosa-gata Bastet (también conocida como Bast), diosa de la fertilidad y protectora de niños y gatos; llegó a ser tan amada que se convirtió en la diosa de los hogares.
Bastet era representada originariamente como una gata completa pero más tarde, aunque siguió conservando la cabeza felina, adquirió el cuerpo de una guapa y atractiva mujer; lo que se corresponde con la necesidad que sienten las personas de adaptar la realidad a los parámetros humanos. Según la mitología egipcia Bastet era la hija y esposa del dios Sol Ra. Como hazaña, Bastet defendió a Ra de los ataques de la serpiente Apofis, deidad que personifica las fuerzas del mal en el más allá. Bastet simboliza la armonía, la dulzura maternal, la ternura y la lucha en defensa de los hijos, así como el placer, la feminidad, la alegría de vivir y las artes como la música y la danza.
La bondad de Bastet encarnaba el éxito de la domesticación del gato, no obstante, en este ser benévolo todavía permanecían reminiscencias de la diosa felina originaria, Mafdet. Si se le ofendía, esta se enfurecía y transformaba en leona. Entonces se convertía en Sekhmet, la más poderosa, la terrible, símbolo de la fuerza y el poder, considerada el ojo e Ra. En algunos templos se le ofrecía sangre de animales sacrificados con el fin de apaciguar su ira.


BUBASTIS, la ciudad de los gatos
La antigua ciudad de Bubastis fue el principal centro de consagración a la diosa Bastet. LLamada Per-Bastet en egipcio antiguo y Tell Basta en árabe, se encontraba en la orilla oriental del Nilo en la región del Delto (Bajo Egipto). Su período de mayor esplendor y prosperidad fue el Tercer Período Intermedio (1-070-650 a.C.).
El templo más llamativo de la ciudad el Templo erigido en honor a Bastet, construido durante los reinados de los faraones Osorkon I y II. Cuando el historiador Heródoto visitó la ciudad de Bubastis quedó maravillado por el templo de la diosa felina a la cuál identificó con la diosa griega Artemis:
"Los templos allí son más espaciosos y más ostentosos que el de Bubastis, pero ninguno tan agradable de contemplar. Excepto en la entrada, Bubastis está rodeada por dos canales del río que llegan hasta la entrada del templo; ninguno de los dos se mezcla con el otro, porque uno va por un lado y el segundo por el otro. Cada canal tiene cien pies de ancho y en sus orillas e alinean los árboles. El propileo mide sesenta pies de altura, y se adorna con esculturas de nueve pies cura ejecución es excelente. El templo, que está en el centro de la ciudad, se puede ver desde todos los lados mientras que se camina alrededor; y esto ocurre porque la ciudad se ha levantado, mientras que el templo no se ha movido sino que permanece en su lugar original. Alrededor del templo hay un muro, adornado con esculturas. Dentro del recinto hay una arboleda con grandes árboles, plantada alrededor de un gran edificio en el cual está la estatua de Bastet. El templo tiene forma cuadrada, cada lado que es un estadio en longitud. En línea con la entrada hay un camino de piedra de cerca tres estadios de largo, que conduce hacia el este a través del mercado público. El camino tiene cerca de 400 pies de ancho, y está flanqueado por altos árboles."
Descripción del Templo de Bastet por Heródoto de Halicarnoso, Libro II
Hoy solo se conservan las ruinas de la que fue la ciudad de Bastet, pues hace 2.000 años fue totalmente destruida, posiblemente por un terremoto.

Popularmente, una vez al año se celebraba el culto a Bastet con un gran festejo anual al que acudían peregrinos llegados de todo el país a lo largo del Nilo, para homenajear a la diosa gata en su ciudad. En la denominada fiesta de la Embriaguez, con ciertos tintes orgiásticos, se consumían grandes cantidades de vino, se cantaba y se bailaba, con el fin de aplacar la ira de la diosa para que no tomara su aspecto de leona (Schemet) y arremitiera contra los humanos.
En el aspecto más simbólico, el culto a Bastet formaba parte de la feminidad, la fertilidad, la maternidad y la protección de la infancia. La observación empírica del cuidado que cualquier madre, sea cual sea su especie, tiene de sus crías es siempre enternecedor. Las chicas adolescentes sentían especial devoción por Bastet y lucían anillos con formas felinas y colgantes con figurillas de cachorros, pues llevaban tantos gatitos como hijos rogaban a la diosa, pues confiaban que estos amuletos aumentaban la fertilidad.

En el templo, los sacerdotes mantenían y adoraban a gatos sagrados considerados la reencarnación de la diosa. Cuando estos gatos morían, (de forma natural o sacrificados), según describen los historiadores griegos Heródoto y Diodorus Siculus, se les realizaba el rito de la momificación adobando sus cuerpos con sal y se les daba sepultura en la necrópolis de los gatos en Bubastis. Como os gatos eran animales de compañía populares, las familias que se lo podían permitir trasladaban a Bubastis los restos de sus gatos difuntos, pues para la vida de ultratumba lo mejor era darles sepultura en la necrópolis de la ciudad consagrada por la diosa-gata.
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Diodorus Siculus relató las consecuencias que conllevaba matar a un gato, inclusive por accidente:
"Quienquiera que mate un gato en Egipto es condenado a morir, sin importar si lo hizo deliberadamente o no. La gente se reúne para matarlo. Un desgraciado romano que había matado un gato accidentalmente no pudo ser salvado, ni por el rey Tolomeo de Egipto ni por el miedo que Roma inspiraba"
El culto al gato de los egipcios era conocido fuera del país pero no siempre comprendido, inclusive en ocasiones era ridiculizado o utilizado maliciosamente. Según una leyenda que relata la conquista persa de Egipto en 525 a.C., un comandante del ejercito invasor ordenó a sus soldados que capturaban a todos los gatos que encontraran antes de emprender la emboscada. Cuando los egipcios vieron la situación, por miedo a herir a los gatos, se rindieron sin oponer resistencia... así fue cómo el Faraón Psamtek III fue derrocado y la dinastía Persa conquistó Egipto.
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El culto a Bastet fue prohibido oficialmente durante el Período Romano por el Decreto Imperial Cunctos Populos, Edicto de Tesalónica decretado por el emperador Teodosio I El Grande, el 27 de Febrero del año 380 de nuestra Era. El Cristianismo significó el ocaso para el culto a los animales y elementos de la naturaleza.
Aun asó, el culto a Bastet ha legado un dulce recuerdo pagano. El gato no ha perdido todo su significado religioso en la población mayoritariamente islámica del actual Estado Egipto, ya que los gatos también son venerados en cierta medida en la tradición musulmana y los turistas siguen comprando estatuas de Bastet en el Gran Bazar de El Cairo. Bastet sigue estando presente de alguna manera en todo el mundo. Si nos fijamos en las modas alternativas actuales, y por supuesto la gatomanía o ailurofilia es un fenómeno social en auge e imparable.
El gato en la Creta Minoica - La edad de Bronce
La civilización micénica se desarrolló en el período prehelénico del Heládico reciente, es decir, al final de la Edad del Bronce, entre 1600-1200 a. C. Representa la primera civilización avanzada de la Grecia continental con sus estados palaciales, organización urbana, obras de arte y sistema de escritura.
Creta, con una importante situación geoestratégica, alberga los restos de una civilización autóctona que alcanzó un gran refinamiento artístico durante la Edad de Bronce y que guarda las raíces culturales de todos los europeos. Los insulares minoicos fueron los primeros europeos en representar al gato en sus obras artísticas y religiosas.
Las excavaciones en la colina de kefala dejaron al descubierto un gran edificio. El arqueólogo británico Sir Arthur Evans localizó el Palacio de Knossos en 1900, el monumento más emblemático de la civilización Minoica. Se trataba de una civilización con carácter poco bélico y un desarrollo comercial elevado, cuyo trato era sobre todo con Egipto. Su ocaso se vio circunstanciado por una catástrofe natural posiblemente de origen volcánico.

Los minoicos desarrollaron un sistema de escritura silábico denominado Lineal A, como este no ha podido ser descifrado, entender el cosmos minoico es muy complejo, pero su estilo artístico refinado con influencias egipcias nos ha dado muchas pistas de manera sutil. Las paredes de los palacios, que leyendas posteriores calificaban de laberínticos, estaban decoradas con frescos de colores vivos que reflectaban la vida cotidiana y el sentimiento religioso.
Gracias a este excelso nivel de desarrollo artístico tenemos evidencias que durante el I Milenio a.C. los gatos habían alcanzado las islas de Egeo y una prueba podría encontrarse en la obra maestra de esta enigmática civilización, el Palacio de Knossos.
En 1903, el equipo de Evans halló en el ala occidental del gran Palacio la estancia de la Tesorería Sacra, donde se encontró el conjunto de estatuillas femeninas de las Diosas de las Serpientes, las cuales representaban una deidad primigenia identificada con la Madre Naturaleza. La más llamativa es una figura de una mujer sosteniendo dos serpientes y en la cabeza lleva un birrete encima del cual se sienta un animal feliforme. Del mismo modo, en los frescos decorativos de las paredes de los palacios también aparecen figuras felinas.


Más allá de Creta, en un fresco del Palacio de Akotiri, en otra isla del Egeo, cercana a Creta, la pequeña Sanotorini, se puede identificar un gato queriendo cazar un pato, envuelto en la decoración floral característica del estilo minoico.

Hacia 1600 a.C. la Civilización Minoica empezó a decaer paulativamente hasta entrar en profunda decadencia. Entonces emergió una nueva potencia en el sur de la Grecia continental, nacida de la invasión de tribus indoeuropeas: Micenas. La isla de Creta quedó sometida a este nuevo poder e incluso al tratarse de dos pueblos talantes bien distintos, Micenas sucumbió a la influencia cultural minoica.
Micenas fue una civilización esencialmente bélica, la presencia de armas y otro indicadores de índole militar son muy cuantiosos. En sus expresiones artísticas el animal protagonista es el león, símbolo de fuerza y dominio. En esta época, el gato perdió protagonismo en sus obras artísticas.
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El gato doméstico empezó a viajar por el mediterráneo junto a los comerciantes Fenicios. Los fenicios o púnicos fueron el pueblo semita de talante comerciante y viajero originario del país de Canaán, situado en la costa levantina que geográficamente hoy comprende Palestina, Israel, Siria y el Líbano. Las principales ciudades fueron Biblos, Sídos y Tiro. En un principio destacaron por sus intercambios en forma de trueque y posteriormente introdujeron el sistema monetario. Sus principales contactos fueron con los grandes imperios de Mesopotamia, Persia y Egipto, en este último burlaron la prohibición de sustraer gatos domésticos del país. En el Museo Rockefeller de Jerusalén se conserva una estatuilla de marfil, oriunda de la ciudad de Lachish y datada de 1700 a.C., que representa un gato recostado con la cola formando redondel. Podría ser un indicador de la familiarización con el gato doméstico en la costa levantina.
En sus largos viajes como comerciantes, los fenicios necesitaban al gato para garantizar que una plaga de roedores no infestara los víveres del barco, y así se expandieron hasta llegar a las orillas occidentales del Mar Mediterráneo. Allí donde existió contacto marítimo con los fenicios, llegaron los gatos domésticos originarios de Egipto, fueron introducidos en el Sur de la Península Ibérica (a la cual llamaban Hispania), en el Magred Occidental y en la Península Italiana, entrando en contacto especialmente con los etruscos, pueblo que habitó en la Toscana, Umbría y norte de Lacio (Costa del Mar Tirreno).

El gato en la Grecia Clásica
La historia de la civilización helena está enlazada con la de todos los pueblos indoeuropeos. Hacia el I Milenio a.C., Micenas comenzó a menguar, pero gracias a las migraciones del pueblo dorio hacia la Península del Peloponeso, se empezó a gestar una nueva cultura que hizo resurgir el esplendor de la civilización manteniendo reminiscencias de las culturas del pasado. He aquí el embrión de Hélade, la cultura madre identitaria de Occidente. La Grecia Clásica tuvo su momento de máximo apogeo cultural durante el Siglo de Pericles, uno de los períodos más fructíferos de la Historia de la Humanidad. El epicentro del florecimiento fue la erudita polis de Atenas. Los griegos, como buenos emprendedores, también tejieron una extensa red de emporios para el comercio marítimo mediterráneo prolongando el legado de su cultura.
Los griegos llamaban a los gatos ailouros, que significa «animal que mueve la cola». De este término procede la palabra para denominar a los amantes de estos animales: los ailurofílicos. No sabemos exactamente cuándo el gato llegó por primera vez a las costas de Grecia, pero podemos afirmar que lo hizo en diferentes ocasiones y a través de distintas vías.
Desde la protohistoria en el Peloponeso, los griegos tuvieron contacto con los egipcios del Delta a través del comercio marítimo, habían importado amuletos y escarabajos sagrados de Egipto y, seguramente, también habrían logrado llevarse gatos domésticos aunque de una manera ilegal, puesto que los egipcios rechazaban las peticiones de comerciar con los gatos. Según la leyenda, los griegos robaron al menos seis parejas de gatos y las llevaron al Peloponeso. Meses después nacieron las primeras camadas, y años después, pudieron vender gatos a los Romanos, a los Galos y a los Celtas.
Otra vía de entrada segura fueron las naves comerciantes fenicias, sin olvidar que las civilizaciones Minoica y Micénica ya tenían gatos domésticos.
En un principio, los gatos se consideraban como un juguete, como un regalo caro traído de Egipto para ofrecerlo a las cortesanas, pues los agricultores griegos ya contaban con la ayuda de animales para controlar las plagas de roedores. Antes de la llegada del gato, la garduña, la comadreja y la mofeta se ocupaban de proteger la cosecha.
A partir del Siglo V a.C. tenemos la primera prueba arqueológica de la presencia de gatos domésticos en la Grecia Clásica: un relieve en mármol original de Popopoulo, cerca de Atenas, en el cual varios hombres encaran a un perro y un gato. En la Antigüedad, las riñas entre animales, sobre todo de gallos, se consideraban un entretenimiento popular de carácter familiar.

A partir del Siglo VII a.C., el conjuntos de colonias fundadas por griegos en el Sur de la Península Itálica y en la isla de Sicilia, la Magna Grecia, eclipsó el brillo de su metrópolis. Con gran nivel de independencia, comerciaban con el resto de asentamientos griegos del Mediterráneo occidental y, gracias a su distinción cultural, sedujeron tanto a romanos como a etruscos. Si bien los romanos vencerían en la batalla militar, los griegos consiguieron imponer su sustrato cultural y el gusto por lo helenístico.
A pesar que se consideraba que el gato nunca participó en rituales sacros helenos, en una vasija hallada en el Templo de Artemisa de Éfeso aparece un hombre sosteniendo un gato sobre un presbiterio. Artemisa, Diana para lo romanos, era la diosa de los animales que los griegos asimilaron a la diosa egipcia Bastet.
El gato en la Roma Clásica
Las investigaciones arqueológicas no han podido desvelar el origen exacto de la ciudad de Roma, sin embargo, han podido determinar que a partir del II Milenio a.C., Itálica empezó a recibir las primeras oleadas de migraciones provenientes de la gran diáspora indoeuropea. La victoria romana en la II Guerra Púnica (146-149 a.C.) culminó con la destrucción de la principal ciudad enemiga de Roma (Cartago). Así los romanos devinieron dueños del Mediterráneo Occidental. Tras conquistar Occidente, empezó la conquista de Oriente y una vez cerrado el círculo de las orillas, Roma proclamó el Mediterráneo como Mare Nostrum.
Si a los fenicios les debemos la dispersión del gato por las orillas mediterráneas, a los romanos le debemos su llegada hasta los puntos más remotos del interior del continente europeo y el legado de la terminología actual que usamos para referirnos a los gatos así como a todos los felinos.
La presencia del gato en Italia se encuentra documentada desde la Edad de Hierro tardía. La primera evidencia se halló en el yacimiento de la cabaña laziale de Fidene, cerca de Roma. La imposición de la religión cristiana en Egipto abolió las restricciones para poder vender gatos fuera el país, de este modo los gatos pudieron ser transportados legalmente a Italia. Esto coincidió con la proliferación de la rata marrón originaria de Siberia (rattus norvegicus) y el ratón casero (mus musculus). No en vano, los romanos consideraron a los gatos buenas herramientas para las explotaciones agrícolas, ejerciendo su ingenio para controlar a los roedores.
Los romanos ya distinguían la denominación de los gatos monteses versus la de los gatos domésticos. Los salvajes eran llamados felis y el mismo término podía referirse genéricamente a otras especies como las martas o las garduñas. Felis es la palabra madre que dio origen a la voz actual felino y todos sus derivados, por tanto la nomenclatura de la Familia Felidae ebe su etimología a los gatos. En la lengua latina el origen del vocablo feles-felis procede de félix, que significa feliz, afortunado pero también fecundo y fértil. Significados a partir de los cuales inclina la designación del gato en referencia a su carácter y a su prolífera procreación.

Desde el Siglo IV d.C., los romanos para referirse a los gatos domésticos usaban la palabra cattus, la cual significa cauto, prevavido, astuto y habilidoso, por consiguiente, una teoría muy arraigada y acepta por la mayoría de etimologistas sitúa el origen de la palabra gato en este término del latín.
De todos modos, no se puede descartar que la raíz del vocablo catus tenga un origen previo al latín, que provenga de la evolución de una locución africana o asiática más aneja.
Otra posibilidad lógica apunta hacia el Alto-Egipto, donde en referencia a la onomatopeya: meow, de ahí deriva el nombre chaus, que es otro posible origen de la palabra gato (cattu, cat, chat en otros idiomas).
La palabra cattus aparece documentada por primera vez en la literatura romana lógicamente en las primeras menciones sobre la utilidad del gato doméstico para los agricultores, las cuales encontramos en una obra importantísima del Siglo IV a.C., Opus agriculturae o Geoponicas, un tratado sobre agronomía:
Contra talpas prodest cattos frequenter habare in mediis carduetis. Mustelas habent plerique mansuetas.
Para combatir los topos nos podemos beneficiar de los gatos a menudo en medio de zarzas. Las comadrejas son más mansas.
Los romanos adoptaron a los gatos muy pragmáticamente como eficientes herramientas para desraticidar, pero también como animal de compañía, sin arrebatarle el status de preferido al perro y, a la vez, sintieron una fuerte admiración por los atributos característicos de estos felinos, tales como su independencia, la agudeza de los sentidos y la eficacia para capturar presas. Como símbolo de libertad, en un templo erigido en el monte de Aventino dedicado a la diosa Libertas (diosa de la libertad e independencia) ,el senador Tiberio Sempronio Graco ordenó colocar una escultura en forma de gato en los pies de la diosa, ataviada con una túnica blanca y sosteniendo en ambas manos un cetro y un birrete frigio (usado por los esclavos liberados).
Aunque se cree que los gatos llegaron a múltiples zonas de Europa antes del Imperio romano, desde luego estos favorecieron a su popularización. El arte romano, en frescos, mosaicos y esculturas nos ha legado más testigos de su presencia en la cotidianidad.
Quizá su presencia en un monumento funerario dedicado a la hija de Letus de Aquitania, siglo II a.C., en el cual el gato aparece como animal de compañía de una chica preadolescente fallecida sea el caso más significativo, pues el gato aparece de forma entrañable y como un ser querido.
En la estela funeraria dedicada a la hija de Letus, la niña está representada con su gatito en brazos y su gallo en los pies. La piedra sepulcral en honor a la difunta, se erige como resultado de la difusión de la cultura romana en Aquitania (sur de Francia). Se conserva en el Museo de Aquitania, en Burdeos.
Diversas excavaciones arqueológicas han podido documentar que el gato acompañó a los romanos hasta los confines, a lo largo y ancho de su imperio. Las evidencias han sido encontradas en el norte de África (Libia, Túnez y Argelia), y Europa (Francia, Gran Bretaña, Italia, Bélgica, Países Bajos, Austria, Alemania, Hungría y Turquía). El gato incluso viajó en barcos romanos que navegaban con la finalidad de tratar con comerciantes chinos en la isla de Ceilán, donde se intercambiaban bienes desde 166 d.C., justo en la época en que el gato (felis silvestris catus) ha sido documentado por primera vez en China.


En el Museo Archeológico Nazionale di Napoli se conserva un mosaico procedente de la Casa del Fauno de Pompeya (S. II a.C.), donde aparece un gato cazando una perdiz, la calidad artística nos permite apreciar que era un gato egipcio, pues los atigrados no eran habituales en la Península Itálica en aquella época.
- Cuando el gato está ausente, los ratones se divierten.
Refrán castellano
Han pasado más de 1500 años desde la caída de Roma, sin embargo los gatos permanecen inmovibles en los monumentos de la ciudad eterna, en la actualidad, en una capital europea que cuenta con un tránsito infernal, donde pasado y presente se encuentran cara a cara muy a menudo, los gatti di Roma forman parte del encanto que cada año atrae a miles de turistas. Roma es una visita obligatoria para los románticos amantes de la historia y la arqueología, pero también para los ailurofílicos, pues su modelo de gestión de colonias felinas es referente mundial y un reclamo turístico de primer orden. El Largo di Torre Argentina es una plaza de la ciudad en la cual se pueden contemplar los restos arqueológicos de cuatro templos y del Teatro de Pompeyo. Las ruinas impactan por su antigüedad, grandeza y significado, pues allí mismo asesinaron a Julio César hace más de 2000 años.
En 1929 se excavó el área sagrada de Torre Argentina. Ya en aquel entonces, gatos callejeros buscaban refugio entre las ruinas y eran alimentados regularmente por unas señoras llamadas gattare (mujeres de los gatos).
En 1995, gracias a la organización AISPA (Anglo-Italian Society of Protection of Animals) se comenazron a aplicar modelos ingleses de gestión y control de colonias felinas urbanas y las alimentadoras empezaron a recibir cierto apoyo moral y económico.



El Gato en la Edad Media: Enigma, apacibilidad y persecución religiosa
Historiográficamente, se ha establecido que el Medioevo se inició en el año 476 d.C., tras la caída del Imperio Romano de Occidente en manos de las tribus bárbaras y que terminó en 1.453 tras la caída de Constatinopla bajo el Imperio Turco (fin de Bizancio, Imperio Romano de Oriente). La Edad Media es una etapa fundamental para comprender la historia de Europa, su basta extensión abarca casi diez siglos, se subdivide en tres períodos diferenciados: Antigüedad Tardía (siglo V), Alta Edad Media (Siglo VI hasta la llegada del Año 1.000) y Baja Edad Media (siglo X hasta el Renacimiento, siglo XV).
La sociedad medieval se caracterizó por la implantación del pensamiento teocéntrico y una ruptura en el modelo económico, cuyas consecuencias comportaron el retroceso de los núcleos urbanos y la migración de la mayoría de la población a zonas rurales. Durante la Antigüedad Tardía157 los terratenientes y funcionarios romanos, ante el vacío de poder, usurparon la propiedad de la tierra y las vidas de aquellos que la trabajaban, naciendo así un sistema político nuevo: el feudalismo. La organización feudal instauró tres estamentos sociales: los Oratores: estamento clerical, cuya obligación era rezar para la salvación y perdón de todos, los laboratores: pilar fundamental, obligado a producir alimento y riqueza para toda la sociedad (campesinado, artesanos, etc.) y los bellatores: el estamento militar, los señores feudales dueños de la tierra (nobleza o aristocracia), dedicados a las causas bélicas, eran quienes habían usurpado el poder político a través del monopolio de las armas y ejerciendo la violencia, bajo el pretexto de dedicarse a la guerra para defender la Cristiandad y a la población de los enemigos externos (supuestamente el Islam).
Antigüedad Tardía y principios de la Alta Edad Media: Gatos en los Reinos Bárbaros, peste bubónica en Oriente y esplendor de la Civilización Musulmana:
Tras la caída de Roma, Europa Occidental se desvaneció en un profundo declive. Respecto a la trayectoria de los gatos, según ha indicado el paleozoólogo húngaro Sandor Bökönyi, el registro arqueológico relativo a esta fase es muy pobre y nos deja una laguna enigmática, no obstante, sabemos que los gatos continuaron su relación sinergética con los seres humanos exitosamente, aunque este momento histórico quedó señalado por el trauma ocasionado por la primera pandemia de peste bubónica en Asia y Europa Oriental, conocida, en referencia a la regencia del emperador bizantino Justiniano I, como Plaga de Justiniano. Entre los años 541 y 543, la epidemia comenzó a expandirse causando verdaderos estragos hasta el año 750. Las investigaciones más recientes confirman que se trataba de la misma peste bubónica relacionada con las infecciones de la Baja Edad Media en Occidente, enfermedad que afecta a los roedores como la rata negra asiática (rattus rattus), causada por el microorganismo patógeno Yersina Pestis y transmitida al ser humano por la picadura de la pulga xenopsylla cheopis. El impacto sociocultural fue muy importante hasta la llegada de la epidemia de 1.348, cuyas consecuencias fueron todavía más nefastas.
Hispania había sido invadida por tribus de suevos, vándalos y alanos, que fueron reducidas gracias a la alianza militar con otra tribu germánica pero esta convertida al cristianismo: los visigodos. La superioridad militar visigoda permitió que se impusieran políticamente a los hispanorromanos, hecho que comportó la destrucción de Tarraco (capital de Hispania) y la creación de un Reino Godo con una nueva capital en Toledo. En la literatura hispanogoda, encontramos una obra característica del pensamiento cristiano occidental heredera de las obras de zoología clásica de Aristoteles y Plinio El Viejo: el libro XII de las Etimologyae a los animales de San Isidoro de Sevilla (560-636) 160, obra que obtuvo una extraordinaria difusión en la Europa Medieval y en la cual queda fijada la idea que el mundo zoológico es el resultado de la Creación Divina. Sus contenidos, certeros o no, fueron perpetuados durante siglos.
A pesar que la historiografía europea tradicional ha considerado esta etapa de transición como desvencijada y decadente, en la vieja Hispania aconteció uno de los períodos de mayor esplendor de su Historia, gracias a la llegada de la Civilización Árabe.

El Islam es una de las religiones más benevolentes con los gatos. Probablemente, esta veneración relativa de los felinos halle sus raíces en el culto a la diosa egipcia Bastet, pues la mayoría de leyendas y relatos (hadices) sobre la estima de Mahoma hacia los gatos tienen como protagonista a una hembra: Muezza (معزة). Un hadiz (حديث) cuenta que una noche, mientras Mahoma dormía, una serpiente venenosa entró en su casa y Muezza la mató para salvarle la vida al profeta (comparte cierto paralelismo con la leyenda de Apofis). Según otros hadices, un día que Mahoma despertó atendiendo a la llamada diaria para la oración (Adhan) descubrió a Muezza durmiendo en la manga de su túnica, en lugar de despertarla, se cortó la manga para no molestarla. Cuando regresó de la mezquita, recibió una reverencia de Muezza en agradecimiento, luego, el profeta acarició a su amada gata tres veces. En otros hadices se dice que Mahoma dijo que una mujer fue al Infierno por mantener a sus gatos sin agua, ni alimento y que la estima por los gatos era una muestra de fe del buen musulmán. Además de salvaguardar los graneros y tiendas de alimentos de la voracidad de los roedores, en la Civilización Árabe los gatos también fueron muy valorados en las bibliotecas, para evitar que los ratones se comieran el papel de los libros.
Alta Edad Media: Los gatos en una Cristiandad apacible:
En las tierras musulmanas del Ándalus, Don Pelayo, príncipe de Asturias, venció a las tropas árabes en la Batalla de Covadonga en el 722 y Carlos Martillo, mayordomo franco, les venció en la Batalla de Poitiers en el 732. Con estas victorias significativas, empezó la Reconquista cristiana de la península Ibérica. En el 739, se fundó el Reino de Asturias, el primer reino cristiano reconfigurado. En el año 800, Carlomagno fue proclamado emperador restaurador del Sacro Imperio Romano-Germano, portador de la Cristiandad. En el occidente del continente Europeo, durante los siglos altomedievales las pieles de gato (igual que las de zorro y otros animales), se utilizaban para decorar las vestimentas, no obstante, no eran altamente valoradas. Sin embargo, según indicó el historiador de la caza anglo-austríaco William Adolph Baillie-Grohman (1.851-1.921), en el año 1.127 en los Cánones del Arzobispo Corbeuil169 (Francia), se decretó que "lasabadesas o monjas no podrían usar más ropa costosa como la confeccionada con piel de corderos o gatos".
Los siglos de la Alta Edad Media parecen ser tiempos apacibles para los gatos dado que no encontramos documentación que nos aporte indicios de persecución o estigmatización demoníaca. En la vida cotidiana seguían valorados por su destreza en la caza de ratones inclusive por las autoridades de la Iglesia Cristiana, que les consideraban animales benignos, pues era muy común que los monjes (únicas personas letradas de la época) acogieran gatos en los monasterios (únicos centros de producción cultural) para evitar que los roedores devoraran los códices de lino emprados para los manuscritos religiosos. A pesar que contamos con muy poca documentación, existe patrimonio muy valioso, como textos medievales ilustrados, en los cuales aparecen menciones y miniaturas de gatos.
Durante los dos primeros siglos de la Baja Edad Media, los gatos seguían conviviendo de forma "normal" con los seres humanos, pues seguimos encontrando testimonios religiosos y laicos de gran calidad artística en que aparecen representados gatos en la cotidianidad sin aspectos que nos sugieran que pudieran ser considerados animales maléficos.
Los gatos en la literatura fabulística y en los bestiarios bajomedievales: Siguiendo el legado de la tradición esópica y de los bestiarios de origen oriental, durante los siglos XII y XIII el género fabulístico europeo alcanzó su mejor originalidad. Con un carácter satírico, los personajes encarnados por animales son a menudo una forma sutil y caricaturesca de retratar el comportamiento del ser humano. Las diferentes especies parodian metafóricamente los prototipos humanos de la jerarquizada sociedad medieval, caracterizados por sus vicios, defectos, etc., esta literatura es en realidad una perspicaz crítica social. Las obras más paradigmáticas de este género son Le Roman de Renart en Francia y El Llibre de les Bèsties de Ramón Llull, ambas describen una corte real donde el rey es el león y el protagonista es un zorro, el animal que por antonomasia simboliza la astucia en la iconografía medieval. El gato, en cambio, tiene un papel de pícaro, pero secundario. Le Roman de Renart escrita hacia 1.176 en lengua vernácula (francés antiguo) por autores desconocidos, relata un conjunto de 26 fabulas satíricas que parodian la lucha entre una clase burguesa emergente y una nobleza que teme perder su estatus privilegiado, con un trasfondo que deja entre luz una profunda crítica al estamento clerical. El hilo conductor son las fechorías de Renart, el gracioso y travieso zorro. Pícaro, cínico, libertino, polifacético y manipulador, puede llegar a ser perverso y cruel, encarna la astucia junto al don de la elocuencia. Esta peculiar personalidad representa a la figura del burgués con ansias de poder y que se encuentra en situación de desventaja respecto a la aristocracia y al clero, estamentos representados por otros animales de quienes consigue burlarse. El principal enemigo de Renart es el lobo salvaje, Ysengrin, con quien mantiene una eterna rivalidad y vivaz lucha. Caracterizado como un personaje glotón y menos inteligente de lo que él se cree, ocupa una posición aristocrática muy importante. El personaje que encarna el rey es el león y su secretario es el asno. Brun, el oso pardo es el obispo de la corte, se caracteriza como un animal grande y gordo, cualidades que Renart aprovecha para jugarle malas pasadas. Entre toda esta jauría también está representada la figura del gato: Tibert, con una personalidad independiente y algo salvaje, vive libre y quizá sea de los pocos personajes que siente cierta simpatía hacia Renart, es el único que en ocasiones consigue enfrentarlo, manipularlo y engañarle. El gato aparece en diversos capítulos. El cuento finaliza cuando Noble, el león, rey de los animales, mata al zorro Renart.


El Llibre de les Bèsties fue scrito entre los años 1.288 y 1.289, bajo la apariencia de un tratado de zoología, se trata, en realidad, de una seria reflexión sobre la política en forma de fábula, siendo el mejor ejemplo de analogía faunística aplicada a la sociedad humana. Llull plantea una trama muy compleja, llena de matices, en la que se pueden seguir las maquinaciones de Na Renard, un zorro, el animal prototipo de la malicia. Los animales de la fábula, que Llull toma de fuentes orientales y de Le Roman de Renard francés, son un pretexto para analizar algunas de las facetas más tenebrosas de la condición humana. El protagonista hará cualquier barbaridad para poder mandar: el fin no es enriquecerse sino cebarse en el placer de dominar a los otros, una triste pasión que se materializa en todos los niveles de las relaciones humanas. Renard acaba fracasando, víctima de su propia desmedida ambición, pero su caída solo se produce después de muchas injusticias y atrocidades. Llull muestra una sociedad piramidal (feudal) sustentada por el pueblo llano, en la cual la más destacada oposición es entre carnívoros (estamentos dominantes) y herbívoros (oprimidos). El rey es el león, el animal arquetipo que se identifica con el soberano en la simbología medieval. Los herbívoros son presentados como humildes y sometidos, mientras los soberbios carnívoros se alimentan devorándolos. Cada día deben librarle una presa al rey (león). El buey y el caballo, para evitar ser comidos solo pueden refugiarse bajo el señorío del hombre que a cambio les explota cruelmente, en palabras del buey el hombre es el peor depredador "es en el mundo la criatura que abriga mayor maldad y atroz falsía." El zorro apoya a los carnívoros o a los herbívoros según le convenga. El perro y el gato tienen un papel muy interesante, son los siervos directos del rey, carnívoros pero súbditos, respectivamente representan el portero y el camarero, parecen gozar de una posición privilegiada en la corte pero finalmente el rey decide regalarlos. El perro a un cazador para que lo utilice y el gato a un trapero, lo cual en el Medioevo significa ser desollado para vender su pelaje.
Los gatos en la grave crisis bajomedieval y comienzos de la fiebre persecutoria de la brujería:
A principios del siglo XII, la mayoría de la población vivía en el campo y del campo. Debido a la sucesión de distintos fenómenos meteorológicos adversos y el desconocimiento de una tecnología agraria adecuada, una fuerte crisis frumentaria sacudió toda Europa acarreando problemas de abastecimiento. Los textos del Reino de Castilla, por ejemplo, empiezan a referirse a 1301 como el primero de los "malos años" y en el Principado de Catalunya se habla de 1333 como "lo mal any primer".
La situación no mejoró, fue empeorando. En 1.333 una gran carestía azotó los reinos de la Corona de Aragón. Los textos del Reino de Valencia hablan del "any de la gran fam" y solo en la ciudad de Barcelona, que en aquel entonces contaba con una demografía de 50.000 habitantes, la falta de alimento se cobró 10.000 muertes. Debido a las acentuadas deficiencias nutricionales de la población, la llegada de un brote de peste bubónica a Europa Occidental (1.348) asestó el golpe final de decadencia a la Europa Medieval. En este contexto de crisis general y hambrunas se comenzaron a manifestar los primeros síntomas populares y eclesiásticos de animadversión a las brujas y a los gatos.
En 1.326, en los inicios de la gran crisis de subsistencia, el Papa Juan XXII condenó claramente la brujería como herejía en la bula Super Illius. A partir de entonces se inició una primera oleada represiva contra las brujas en Italia, Francia y, sobretodo, en Alemania, hasta expandirse por toda Europa. En consecuencia, muchos gatos negros fueron quemados y según Donald Engels, solo unos pocos sobrevivieron a esta persecución. Así se empezó a configurar la imagen de la bruja como la entendemos hoy. En un delicado contexto de agitación social acarreado por la crisis agraria, algunas mujeres en situación social vulnerable comenzaron a ser rechazadas por las comunidades campesinas y acusadas de conspirar contra la Cristiandad celebrando reuniones presididas por Satanás (akelarres o sábats) y acompañadas de gatos negros. Supuestamente, en estas reuniones habían realizado rituales maléficos para provocar tormentas y granizadas que destruían cultivos... pero este clima de fobia social hacia las brujas aumentó de forma más exacerbada con la llegada de la peste negra a Europa Occidental en 1.348.
Con la finalidad de combatir la brujería, en pleno movimiento artístico del Renacimiento, el 5 de diciembre de 1.484, el Papa Inocencio VIII promulgó la bula Summis desiderantes affectibus, a partir de la cual los gatos quedaron oficialmente excomulgados y decretó que las personas que poseyeran gatos deberían ser quemadas a la hoguera junto con sus felinos. Con dicha bula el Papa admitía la existencia de la brujería y quedaba derogado el Canon Episcopi de 906, en el cual la Iglesia sostenía que la brujería era una fechoría y que la mera creencia en las brujas era una herejía. A partir de este momento, cualquier acusación de brujería constituía un grave delito.
Más de 25 millones de personas murieron a causa de la Peste, con un mayor impacto en las zonas en las que había ratas. Ahora se sabe que la principal causante de transmisión era una pulga que llevaban estos roedores, pero por aquel entonces se desconocía el motivo. Y, casualmente, donde había ratas había gatos. Con lo que el desconocimiento y las historias de brujería hicieron pensar a la población que el gato era el culpable de la Peste.
La matanza de gatos fue cada vez mayor, y eso también contribuyó a que la Peste creciera con más rapidez. Hacia el año 1400 los gatos estuvieron a punto de extinguirse en Europa.
Afortunadamente, hacia el siglo XVII, el gato volvió a conquistar parte de su antiguo prestigio.

